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Almacileños ilustres
Fortunato Arias Sanchez          (Almaciles, 11 de junio de 1891 - Hellín, 12 de septiembre de 1936)

Fortunato Arias Sánchez nació en el núcleo de Almaciles (del término municipal de Puebla de don Fadrique) el 11 de junio de 1891 y es el único sacerdote granadino que fue beatificado el día 28 de Octubre de 2007 en la plaza vaticana de San Pedro junto con otros 497 mártires españoles de la República.
Fortunato Arias nació dentro de una familia de agricultores y aprendió las primeras letras de un maestro ambulante que iba recorriendo aquellas cortijos. A los diez años puso asistir, junto con su hermano Félix, a la escuela de Puebla de Don Fadrique. Viendo las cualidades del niño y su aptitud para el estudio, sus padres determinaron enviarlo a Caravaca de la Cruz, al cuidado de su tía Teófila, que influyó mucho para que el muchacho, después de trabajar en una tienda de tejidos, ingresara en el seminario de San Fulgencio, en Murcia. Fortunato tenía entonces 15 años. Según sus biógrafos, Fortunato se destacó en el seminario por su esclavitud hacia el deber. Obtuvo notas tan brillantes que al finalizar su tercer año de Teología le fue concedido recibir con adelanto la llamada Prima Clerical Tonsura y las entonces cuatro órdenes menores. En 1917 fue ordenado subdiácono y un año más tarde era ya ordenado presbítero de la catedral de Murcia.

Su primera misa la dio en la localidad que le vio nacer. Almaciles se vistió de fiesta para esa ocasión. Debido a una afección cardíaca, Fortunato fue destinado a dar clases de Latín y Humanidades en el seminario en el que se había formado. Pero a él le atraía mucho la vida parroquial, quería ser de esos curas que están cerca de los filigreses. Por eso en 1926 pidió que se le destinara a una parroquia. Su petición fue aceptada y fue destinado a El Palmar, donde ejerció de sacerdote desde 1926 a 1935, un año antes de que se declarara en España la II República. «Lo extraordinario de aquel hombre era su sonrisa, que daba un tono tal a toda su persona que era imposible no admirarlo», escribe sobre él José Luján García, sacerdote palmareño que le sustituyó. Ese mismo año Fortunato es trasladado a Hellín. Un numeroso grupo de feligreses lo esperó en la estación. Fortunato se sintió halagado por el recibimiento y cuando la comitiva llegó hasta la iglesia, el nuevo sacerdote de Hellín exclamó: «¿Qué parroquia tan grande para un cura tan pequeño!». Así de humilde y sencillo era este sacerdote, se dice en su biografía.
Salvoconducto

Al poco tiempo estalló la República y la consiguiente persecución de los religiosos. Fortunato llevaba muy poco tiempo en Hellín y el mismo alcalde de la localidad, Cristóbal Díaz Lozano, le ofrece un salvoconducto especial para que pueda salir de allí y dirigirse al lugar de España donde quisiera. «Muchas gracias, pero jamás abandonaré el rebaño que el Señor me ha encomendado», dicen que exclamó. El 20 de julio de 1936 comienzan la profanación de las iglesias en Hellín y uno de los primeros detenidos es el sacerdote granadino. Fue puesto en libertad al día siguiente con la obligación de presentarse todos los días al Ayuntamiento. Pero a mediados de agosto es llevado a prisión. Desde allí escribe una carta a su hermano Félix en el que, entre otras cosas, le dice: «Las cosas han cambiado notablemente desde mi última carta y hoy sospecho, con sobrada razón, que me quedan pocas horas de vida. Perdono a todos los que sean o hayan sido los causantes o cómplices de mi muerte. No recuerdo haber dado ocasión a que se me persiga, y me satisface pensar que la causa única de todo es mi carácter sacerdotal. Morir así es un verdadero y glorioso martirio».

El día 9 de septiembre era trasladado la Casa del Pueblo y el día once, bien entrada la noche, unos milicianos lo sacan de prisión y en un automóvil lo conducen a las afueras de la ciudad. El día 12 de septiembre, cuando la hija del sacristán fue a llevar la comida al preso Fortunato, en la prisión le dicen que ya no era necesaria. 

¿Cual de vosotros me va a matar? Esa fue la pregunta que el sacerdote Fortunato Arias Sánchez hizo a los milicianos que lo trasladaban a las afueras de la ciudad de Hellín, lugar donde fue apresado el nueve de septiembre de 1936. Uno de los milicianos contestó que era él al que le habían encomendado dicha misión. El sacerdote se quitó su reloj de pulsera y le dijo:

-Pues toma este reloj de recuerdo. Sólo te pido que me dejes morir besando esta cruz. 
El miliciano le contestó que no había problema. Al llegar al lugar convenido,
en un sitio denominado Cañada de los Pozos, en la carretera de Pozohondo, Fortunato Arias se arrodilla, abraza su crucifico y exclama:

-Que Dios os perdone, como os he perdonado yo.

Poco segundos después, tres balas atravesaron sus sienes.

Era el día 12 de septiembre. El cura asesinado tenía 45 años.

Un vecino y su esposa descubrieron el cuerpo y lo enterraron poniendo una teja para señalar el lugar. Allí dicen que iban todos los días personas a rezar. Al terminar la guerra, la teja fue sustituida por una cruz, que a su vez sería sustituida poco después por una lápida de mármol donada por el Ayuntamiento de Hellín.

Proceso de beatificación

A finales de 1939, los ciudadanos de El Palmar reclamaron los restos del que fuera su párroco durante varios años. El hermano Félix firmó la autorización del traslado de los restos. Finalmente se procedió a la exhumación del cadáver, que tuvo una nueva sepultura en la iglesia parroquial de la Virgen del Rosario, donde se encuentra actualmente.

La causa de beatificación y canonización de Fortunato Arias se inició en el Obispado de Albacete el 20 de diciembre de 1956. Tanto en el Palmar como en Hellín se reunieron testimonios que ayudaran a la causa. En 1997 llegaron rumores desde Roma asegurando que la beatificación del sacerdote granadino estaba cerca. Han transcurrido diez años más y el papa Benedicto XVI ha inscrito el nombre de Fortunato Arias Sánchez entre los 498 mártires de la República y de la Guerra Civil Española que serán beatificados. Fue el 28 de octubre de 2007 en la Plaza de la Basílica de San Pedro.

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